martes, 17 de septiembre de 2019

LAS RABIETAS


Las  rabietas son episodios en los que los  niños empiezan a  llorar  de forma más o menos descontrolada, emiten gritos, patalean, etc.. Son la manifestación de ira o frustración a situaciones que el niño no es capaz de controlar. Aparecen alrededor del año (puede ser unos meses antes) y son más frecuentes entre los 2 y 4 años, etapa en la que empiezan a desarrollar su propia independencia y ya no aceptan tan fácilmente el control que ejercen los demás sobre su vida o los límites que les imponen los padres.
Es una etapa que el niño tendrá que pasar, y es saludable, porque indica que está formando su propia personalidad. La clave está en saber manejar las rabietas para que el niño no las utilice para influenciar a los padres o para conseguir determinadas cosas.
Foto: fuente "EL PAÍS"
Por eso, no queda otra que armarse de mucha paciencia y seguir algunos consejos como quitar de su vista las cosas que no puede tocar, para no tener que estar diciéndoles “eso no” a cada rato. Darles la posibilidad de hacer pequeñas elecciones como “¿prefieres comer patatas o espinacas?”. Y fundamental, poner pautas claras, “no” significa “no”, no “tal vez” y no un “hoy no, pero mañana sí”.

¿QUÉ HACER?

     Mientras dura la rabieta es una situación bastante estresante tanto para el niño como para los padres, y es totalmente inútil intentar convencerlos de algo en ese momento. Lo mejor es esperar que se les pase el berrinche sin rechazarlos y luego dar explicaciones. Dejarles su espacio hasta que se le pase, pero que no se sientan ignorados.
Si no se logra controlar la rabieta, y la situación lo permite, se puede adoptar una actitud de indiferencia y hacer como que se ignora la conducta del niño, para lo cual no debe manifestarse enfado, ni deben hacerse promesas o proferir amenazas. Porque el niño, con la rabieta, pretende llamar la atención y si hacemos todo eso, aunque no consiga aquello que motivó el berrinche, de algún modo habrá salido ganando y, sin querer, podemos reforzar ese comportamiento, o sea, le "enseñaremos" a tener más rabietas.
Es muy importante perseverar en la decisión adoptada hasta el final, hasta sus últimas consecuencias. Por ejemplo, si se ha decidido que aquello que el niño pide es inadecuado, los padres se mantendrán firmes en su decisión con independencia de las respuestas del niño.
No tratéis de razonar con vuestro hijo. Simplemente decidle: "Veo que estás muy enfadado, te dejaré solo hasta que te calmes”. Dejad que el niño recupere el control. Después de la rabieta, asumid una actitud amistosa y tratad de normalizar las cosas.
A veces es difícil, pero se debe crear un clima de tranquilidad en torno a la situación, es decir, mantener la calma y el control. No regañar, ni gritar al niño porque, además de no solucionar nada, genera más inseguridad y constituye un mal ejemplo. Evitad pegarle porque esto indica al niño que has perdido el control. Tampoco hay que intentar razonar con el niño, porque en ese momento no nos escuchará. El niño no debe percibir que su conducta altera a sus padres, que les incomoda, que existe una discordancia entre lo que sienten y lo que dicen. No podemos enfadarnos y, gritando, aclararle: “¡no me importa cómo te pongas, así no vas a conseguir nada!”; porque estamos mostrando que “algo” sí ha conseguido.
Por supuesto, no debe concedérsele lo que quería, para no reforzar su conducta, como tampoco conviene ofrecer premios o recompensas para que abandone su rabieta.
Para las rabietas de tipo perturbador o destructivo, utilizad suspensiones temporales. Algunas veces las rabietas son demasiado perturbadoras o agresivas para que los padres las pasen por alto: Se cuelga de nosotros, nos pega, tiene una rabieta en un lugar público, rompe cosas... Sujetad al niño cuando tenga rabietas en las que podría causar daño o lastimarse.
Una vez que se ha pasado el berrinche, no se le debe castigar ni gritar, sino darle seguridad y afecto, pero sin mimarle en exceso ni darle ningún tipo de premio, explicándole lo inadecuado de su comportamiento. Tampoco se debe hablar  de la rabieta una vez terminada. Si se hacen comentarios del tipo “y a ver si hoy no montas el número en el supermercado”, lo único que hacen es animarle. Y los comentarios posteriores sólo sirven para que el niño se dé cuenta de hasta que punto os ha afectado su conducta.     

ESTRATEGIAS PARA  EVITAR LAS RABIETAS

·   Poner la casa «a prueba de niños», con objeto de reducir el número de ocasiones en que los padres se ven obligados a decir que «no». Intentar evitar las situaciones y circunstancias que puedan ser fuente de frustración o facilitar la aparición de rabietas, como hambre, sueño, etc.
·   Permitir que los niños pequeños realicen pequeñas elecciones frecuentes, todas dentro del terreno de lo aceptable (p. ej., «¿Quieres tomarte la leche en el vaso azul o en el rojo?»). Siempre que sea posible, ofrecer al niño la posibilidad de elegir entre varias opciones disponibles.
·   Limitar las frustraciones atendiendo al temperamento del niño y sus ritmos: entendemos que si nuestro hijo es muy nervioso necesitará correr cada día, o si se pone de muy mal humor cuando tiene hambre intentad evitarlo.
·   Los niños tienden a tener más rabietas cuando están cansados (por ejemplo, cuando no han dormido la siesta), porque son menos capaces de hacer frente a las situaciones frustrantes. En estas ocasiones, haga que su hijo se acueste. El hambre puede contribuir a las rabietas. Las rabietas también aumentan durante una enfermedad.
·   Avisar al niño con tiempo. Algunas de estas rabietas pueden ser prevenidas dándole a su hijo una advertencia con 5 minutos de anticipación, en vez de pedirle de repente que deje inmediatamente de hacer lo que está haciendo.
·   La negativa debe ser irrevocable. Muchos padres dicen «no» cuando realmente quieren decir «me parece que no». Cuando el niño protesta suficientemente, el padre o la madre cede, recompensando con ello la rabieta. Los niños rápidamente distinguen entre los «NOes» duros («No se juega con los cuchillos») y los «NOes» blandos («no hay galletas antes de cenar») y rara vez sufren rabietas a causa de los primeros. Es importante establecer normas razonables, claras y coherentes y no cambiarlas, para que el niño conozca perfectamente donde están sus límites. Esto es absolutamente clave: el que algo se pueda o no se pueda hacer, no debe depender del humor que tengan en ese momento los padres. Las reglas deber ser siempre las mismas y también independientemente de que quien esté en ese momento al cuidado sea el padre o la madre.


 



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