viernes, 18 de octubre de 2019

LA IMPORTANCIA DE LOS LÍMITES


    Poner límites es preparar a los niños para adaptarse a diversas situaciones de la vida cotidiana y  también es ayudarlos a tolerar la frustración. Con los límites se descubre la existencia del otro, y por lo tanto la propia existencia. Se distingue hasta donde tú y hasta donde yo, cómo eres y cómo soy.

     Los padres son las figuras de referencia para sus hijos, y es su labor enseñarles lo que está bien y lo que está mal. Desde pequeños, tienen que aprender que no todo está permitido. Toda norma implica una obligación que hay que cumplir y unos derechos que se han de respetar.

     El establecimiento de normas y límites en el contexto familiar supone uno de los factores de protección más significativos para reducir la probabilidad de aparición de conductas de riesgo, tanto en la infancia como en la adolescencia. El papel de los padres en este ámbito se centra en establecer y aplicar unas normas claras, pertinentes y razonables.

Beneficios de los límites

  •  Dan seguridad, los límites son  utilizados por los padres como herramienta para enseñar la manera de actuar ante diferentes situaciones. Marcan el camino a seguir por el niño y eso da seguridad
  • Son esenciales para su educación. Educar a los hijos significa acompañarles durante su desarrollo con cariño y dedicación  para ayudarles a ser personas equilibradas.  Para conseguirlo es importante saber decir “no “ a tiempo.  Al hacerlo se irán configurando los  límites y las normas que conseguirán que el niño sea más hábil emocionalmente.
  • Transmiten valores. Al principio estas reglas solo son normas que hay que cumplir, pero a medida que se van poniendo en práctica, los niños van interiorizando y van aprendiendo los valores que hay detrás de ellas: respeto, solidaridad, paciencia, etc.
  •  Les ayudan a “portarse bien”. Los límites van marcando al niño cómo ha de actuar. Al seguirlos habrá mayor probabilidad de que el niño tenga buenos comportamientos y recibirá mayor número de elogios y esto ayudará a la creación de una alta autoestima.


Es importante que las normas o límites sean:

  • Realistas: Las normas han de ser posibles de cumplir y estar ajustadas a la realidad, la edad, habilidades y grado de maduración de los hijos. Frases como “pórtate bien” son poco claras para él. Es preferible explicarles lo que esperamos que haga de forma correcta y en ese momento: estar sentado con nosotros, hablar bajito, ir de la mano…
  •  Claras: las normas  han de ser entendidas para poder ser cumplidas. Los hijos deben saber exactamente qué es lo que se espera de ellos y qué clase de consecuencias pueden esperar en caso de no cumplirlas.
  • Mensaje en positivo. En lugar de decir continuamente frases como “no corras” o “no grites”, es preferible pedirle la conducta esperada: “camina a mi lado”, “habla despacio”. Diciendo “no, no, no”, solo  señalamos lo que está  mal, pero no le decimos lo que está bien, lo que esperamos que haga.
  •  Explicar el porqué de cada regla. Cuando se aplica un límite lo mejor es explicarle al niño  porqué tiene que obedecer y cumplirlo. Entendiendo la razón los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia.
  • Ser firmes, coherentes y congruentes: es decir, sí significa sí y no significa no. Además, los papás que no respetan las normas y las consecuencias que establecen suelen tener hijos que tampoco las respetan. No hay que olvidarse que los niños aprenden observando a los adultos, especialmente los padres.


A tener en cuenta

Los límites deben ser mantenidos y,  en lo posible, acordados por ambos padres. Si pensamos que el otro progenitor se ha excedido, tendremos que hablar con él sin el niño presente y valorar la modificación del castigo siempre que se esté de acuerdo. El progenitor que ha puesto el castigo será el encargado de modificarlo.

Debemos mantener el “no” que hemos dado, tolerando la rabia que este pueda generar,  y ayudándole a tolerar él mismo el proceso de frustración.  Poco a poco irá disminuyendo.

El hecho de establecer unas normas o reglas con los niños desde que son pequeños, supone una manera positiva de encauzar su desarrollo, sobre todo en el ámbito emocional. Ser pacientes, constantes y animarlos a intentarlo, ya que nunca es tarde para poner límites.

domingo, 13 de octubre de 2019

EL LENGUAJE DE 0 A 3 AÑOS


     El lenguaje es, sin duda, la forma principal, y la más compleja, que utiliza el ser humano para comunicarse. Adquirir el lenguaje significa aprender sus mecanismos formales y utilizarlo como instrumento de comunicación.
    Tanto para prevenir trastornos del lenguaje como para enseñar los mecanismos lingüísticos formales, es necesario conocer las etapas evolutivas del desarrollo del lenguaje en estas edades tempranas.

El lenguaje durante el primer año

    El bebé discrimina perfectamente el volumen, el timbre y el tono  de la voz. SU forma esencial de comunicación es el llanto, pero a partir del cuarto mes ya emite donaciones con distintos tonos, disfrutando de sus propios sonidos. A los 6 meses puede emitir silabas, como pa, ma, ba, da, ta, ga, ja, y a partir de los 7-8 meses balbucea articulando sílabas dobles como papa, mama, baba, además de repetir cadenas de consonante-vocal con ritmo y entonación. Alrededor del año comienza la etapa de “holofrase”: el niño utiliza una palabra (poco clara) como una construcción gramatical de múltiples significados.

El lenguaje durante el segundo año

    A los 12 meses, el lenguaje gestual aún es el protagonista de la comunicación del niño.  Suele utilizar algunas palabras que oye con frecuencia para expresar un pensamiento completo. A partir del año y medio, incluso antes, dispone de más facilidad para combinar dos palabras en la formación de frases y utiliza un lenguaje “telegráfico”. Cuenta sus experiencias en tiempo presente, mantiene monólogos mientras juega solo, imita la conversación de un adulto y comienza a realizar preguntas como un medio de relacionarse.

El lenguaje durante el tercer año

    El lenguaje comprensivo progresa con rapidez, compre frases largas y complejas, reconoce el significado de muchos verbos  y señala las imágenes de las acciones que nombra el adulto. Comprende mejor las preguntas que le hacen y responde a ellas, primero con acciones y gestos y después de forma oral. Identifica los objetos por su nombre y su uso, y va entendiendo los adjetivos y preposiciones.
    Al comenzar el tercer año forma frases de dos palabras, de vez en cuando añade una tercera, y su lenguaje es bastante telegráfico. Utiliza pronombres pero suele confundirlos.
    Alrededor de los dos años y medio plantea y responde preguntas con habilidad, comienza a expresar sus sentimientos y forma frases más complejas utilizando palabras de relleno, como las preposiciones. En ocasiones cambia un sonido de una consonante más difícil por otro más fácil, por ejmplo, “dosa” por “rosa”. Y es a partir de los 30 meses cuando aplica reglas gramaticales y utiliza las formas de algunos verbos. Le gusta participar en conversaciones, discriminar sonidos, las retahílas, las canciones, los juegos de preguntas y respuestas, etc. Todas esas actividades le ayudan a integrar y organizar la nueva información sobre el lenguaje y favorece su futura habilidad para la lectura.

Fuente: Dimensión Nubaris