Poner límites es preparar a los niños para adaptarse a
diversas situaciones de la vida cotidiana y también es ayudarlos a tolerar la frustración.
Con los límites se descubre la existencia del otro, y por lo tanto la propia
existencia. Se distingue hasta donde tú y hasta donde yo, cómo eres y cómo soy.
Los padres son las figuras de referencia para sus hijos, y
es su labor enseñarles lo que está bien y lo que está mal. Desde pequeños,
tienen que aprender que no todo está permitido. Toda norma implica una
obligación que hay que cumplir y unos derechos que se han de respetar.
El establecimiento de normas y límites en el contexto
familiar supone uno de los factores de protección más significativos para reducir
la probabilidad de aparición de conductas de riesgo, tanto en la infancia como
en la adolescencia. El papel de los padres en este ámbito se centra en
establecer y aplicar unas normas claras, pertinentes y razonables.
Beneficios de los
límites
- Dan seguridad, los límites son utilizados por los padres como herramienta para enseñar la manera de actuar ante diferentes situaciones. Marcan el camino a seguir por el niño y eso da seguridad
- Son esenciales para su educación. Educar a los hijos significa acompañarles durante su desarrollo con cariño y dedicación para ayudarles a ser personas equilibradas. Para conseguirlo es importante saber decir “no “ a tiempo. Al hacerlo se irán configurando los límites y las normas que conseguirán que el niño sea más hábil emocionalmente.
- Transmiten valores. Al principio estas reglas solo son normas que hay que cumplir, pero a medida que se van poniendo en práctica, los niños van interiorizando y van aprendiendo los valores que hay detrás de ellas: respeto, solidaridad, paciencia, etc.
- Les ayudan a “portarse bien”. Los límites van marcando al niño cómo ha de actuar. Al seguirlos habrá mayor probabilidad de que el niño tenga buenos comportamientos y recibirá mayor número de elogios y esto ayudará a la creación de una alta autoestima.
Es importante que las
normas o límites sean:
- Realistas: Las normas han de ser posibles de cumplir y estar ajustadas a la realidad, la edad, habilidades y grado de maduración de los hijos. Frases como “pórtate bien” son poco claras para él. Es preferible explicarles lo que esperamos que haga de forma correcta y en ese momento: estar sentado con nosotros, hablar bajito, ir de la mano…
- Claras: las normas han de ser entendidas para poder ser cumplidas. Los hijos deben saber exactamente qué es lo que se espera de ellos y qué clase de consecuencias pueden esperar en caso de no cumplirlas.
- Mensaje en positivo. En lugar de decir continuamente frases como “no corras” o “no grites”, es preferible pedirle la conducta esperada: “camina a mi lado”, “habla despacio”. Diciendo “no, no, no”, solo señalamos lo que está mal, pero no le decimos lo que está bien, lo que esperamos que haga.
- Explicar el porqué de cada regla. Cuando se aplica un límite lo mejor es explicarle al niño porqué tiene que obedecer y cumplirlo. Entendiendo la razón los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia.
- Ser firmes, coherentes y congruentes: es decir, sí significa sí y no significa no. Además, los papás que no respetan las normas y las consecuencias que establecen suelen tener hijos que tampoco las respetan. No hay que olvidarse que los niños aprenden observando a los adultos, especialmente los padres.
A tener en cuenta
Los límites deben ser mantenidos y, en lo posible, acordados por ambos padres. Si
pensamos que el otro progenitor se ha excedido, tendremos que hablar con él sin
el niño presente y valorar la modificación del castigo siempre que se esté de
acuerdo. El progenitor que ha puesto el castigo será el encargado de
modificarlo.
Debemos mantener el “no” que hemos dado, tolerando la rabia
que este pueda generar, y ayudándole a
tolerar él mismo el proceso de frustración.
Poco a poco irá disminuyendo.
El hecho de establecer unas normas o reglas con los niños
desde que son pequeños, supone una manera positiva de encauzar su desarrollo,
sobre todo en el ámbito emocional. Ser pacientes, constantes y animarlos a
intentarlo, ya que nunca es tarde para poner límites.
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